2017-09-06

Las 6 claves para salir de la trampa del perfeccionismo.

Por qué el perfeccionismo es una trampa (y cómo salir de ella).

Por Margot Castañeda de la Cruz.

Eudoxa.

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Las 6 claves para salir de la trampa del perfeccionismo

En mi post pasado hablé sobre dos razones poderosas por las que procrastinamos y prometí explorar las otras dos hoy: c) querer el control de todo y d) perfeccionismo. Van juntitas porque responden al mismo estado mental negativo. Veamos.

A veces la procrastinación es una oportunidad para experimentarte de modos distintos y transformarte a mejor.

Querer controlarlo todo


Se reduce a creer que si no lo haces tú no estará bien hecho. No es que seas  — o creas ser —  todopoderoso sino lo contrario: te sientes incapaz de hacer más de lo que ya sabes hacer. Entonces te inventas el pretexto de que debes cumplir con lo de siempre porque nadie más puede. Es muy cómodo. Al mismo tiempo es frustrante porque solito te pones los grilletes del conformismo  — del que en el fondo sí quieres salir.

La solución es obvia — aunque no por eso sencilla: delegar. No sólo las tareas pequeñas sino también las grandes responsabilidades. Se siente muy bien ser “EL experto” en algo pero siempre puedes ser más. Suelta. Let it go. Desapégate de lo que ya dominas y enséñale a alguien más a hacerlo. Entrénalo para que lo haga incluso mejor que tú y ve a probar otras habilidades que viven en ti inexploradas.

A veces la procrastinación es una oportunidad para experimentarte de modos distintos y transformarte a mejor. Si eres hábil, puedes utilizar una procrastinación como un gran breakthrough.

Perfeccionismo


Es la más decepcionante de las formas de procrastinación. Es puro autosabotaje. Un autogol, un fraude, un dolor autoinfligido. El perfeccionismo es una trampa. Es una forma de huir de la realidad. Es vivir en la hipercrítica, en una visión irreal de lo que quisiéramos ser/hacer/tener y no en lo que realmente somos/hacemos/tenemos. Es una neurótica forma de motivación, pues al enfocarnos en la perfección absurda, procrastinamos y dejamos perder oportunidades. No huimos de nuestras labores sino de nuestra responsabilidad de proveernos lo que deseamos.

El perfeccionismo sólo es un problema porque subestimamos la dificultad, no porque apuntemos a lo grandioso.

¿Cómo funciona la trampa del perfeccionismo?


Aspiramos a hacer algo porque admiramos las hazañas y las grandes obras maestras de los más exitosos y reconocidos. Formulamos nuestras ambiciones cuando una obra nos impresiona — una pintura, una novela, una invención. Entonces subimos nuestros estándares a niveles exagerados y construimos nuestras aspiraciones sobre la perfección.
Como cuando Homero quiere ser como Thomas Alva Edison y se propone hacer 203 invenciones en una semana:

El problema es que cuando hacemos nuestros primeros pininos  — el primer cuento, la primera pintura, el primer emprendimiento —  el resultado es infinitamente inferior a nuestra expectativa de perfección. Entonces: “¡Soy un fracaso!”, “¡Jamás podré ser un artista/empresario/inventor/innovador!”, “¿Cómo se me ocurrió que podría hacerlo?”.

Como sabemos que la excelencia existe, nos volvemos intolerantes a la mediocridad — sobre todo a la propia; entonces nos atrapamos en una incómoda paradoja: nuestras ambiciones están inflamadas por la grandeza pero nuestra realidad apunta a la ineptitud. Todo un enredo que desemboca en decepción profunda.

Claro, cuando vamos al museo no vemos los cientos de intentos fallidos del artista abandonó en el bote de basura de su cuadra ni leemos los primeros cuentos o poemas tachoneados que el Nobel de literatura usó para prender la fogata. Así que nos volvemos hipercríticos con nosotros mismos y no nos perdonamos nuestros terribles primeros intentos.

Está bien querer mejorar. El problema no surge en ese anhelo por ser/hacer/tener más, sino en la obsesión por la perfección per se sin ningún tipo de trabajo para conseguirla. El perfeccionismo sólo es un problema porque subestimamos la dificultad, no porque apuntemos a lo grandioso. Nos ataca cuando imaginamos que podemos escribir una extraordinaria novela en seis meses, o que seremos CEO de una empresa multinacional antes de los 25. Nos tortura cuando estamos desinformados sobre lo difícil que fue para otros llegar a sus propias ideas de éxito.

En un mundo mejor, la cultura atraería nuestra atención al proceso y no al resultado; a los borradores y no sólo a las versiones finales. No seríamos entonces impacientes enfermizos perfeccionistas, seríamos pacientes y resilientes buscadores de excelencia.

¿Te sientes identificado? Hay buenas noticias: el perfeccionismo se cura cuando reconocemos el papel legítimo y necesario del fracaso y nos permitirnos equivocarnos, a sabiendas de que es el único camino para conseguir ser/hacer/tener algo extraordinario.

¿Cómo dejar de ser perfeccionista?


  1. Enfócate en el proceso, no en el resultado.
    Está bien que tengas una visión de futuro, pero no te obsesiones con ella. El escritor ama escribir. Lo hace porque lo goza — aunque duela — , no porque quiera acumular 525 libros publicados al final de su vida.
  2. ¡Deja de criticarte!
    De paso, deja de criticar a los demás. Enfrentar la vida siendo hipercrítico es cansado. Ponte estándares altos pero no critiques a los que no llegan a ellos — seas tú o los demás. No pierdas energía, enfócate en trabajar por lo que sí quieres y puedes alcanzar.
  3. Acepta tu realidad.
    No es conformarse, es no compararse. Está bien que usemos role models para inspirarnos pero no para castigarnos por no ser ellos. En vez de querer sus vidas, copiemos sus procesos y usémoslos en nuestra propia experiencia personal.
  4. Ama tus errores.
    Si dejas de hacer algo por miedo a equivocarte te privas a ti mismo de aprender y de mejorarte. Agradece tus fracasos.
  5. Deja que tu trabajo sea un desastre.
    ¡Hazlo! No lo pienses. ¡Hazlo! Presiónate a hacer el 80 por ciento de lo que debes en un tiempo limitado. No importa si resulta un relajo, ¡ya lo hiciste! Lo siguiente será terminar el 20 restante y refinar.
  6. Enfócate en mejorarTE.
    La diferencia entre buscar la excelencia y ser perfeccionista es el enfoque del esfuerzo. “¿Cómo puedo ser mejor?” está centrado en ti mismo. “¿Cómo me verán?” está alineado con un afán absurdo de cumplir los estándares de los otros.

¡Eso es todo, amigos! Al menos, por ahora. El tema es abundante y este post es imperfecto, pero ¡hey, está terminado! ¡Existe! Eso es mil veces mejor que aquella lejana idea de: “algún día escribiré sobre…”.

Por Margot Castañeda de la Cruz
31 agosto, 2017

Margot Castañeda

Es una editora de 30 años y vive en la Ciudad de México. Le gusta cocinar, escribir y hacer fotos. Odia la cátsup y el machismo. Es resiliente y se ríe con facilidad de sí misma.
Margot Castañeda de la Cruz
Redacción y Edición en Mecenas Colectivo
Mecenas Colectivo
Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad de México y alrededores, México
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https://twitter.com/marchcastaneda

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Fuente: Eudoxa

Imagen: Perfectionism


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